Tercer Domingo de Adviento, “Domingo de Gaudete”.
El Tercer Domingo de Adviento lleva el nombre de “Domingo de Gaudete”,
o ‘Domingo de la Alegría’. Se denomina así porque la tercera semana de
Adviento parece despertar naturalmente una sensación de ‘cercanía’, de
que el más grande acontecimiento está ‘pronto’ a suceder. Es esa
experiencia del ‘falta poco’, por la que los corazones se animan porque
el trecho mayor ya está recorrido. Y la liturgia recoge este sentir: la
primera palabra que se dice en el introito de la Misa es precisamente Gaudete, es decir, “¡Regocíjense!”.
En la celebración eucarística del
día, el sacerdote se reviste con una casulla de color rosa, signo de
gozo, y la Iglesia invita a los fieles a profundizar en el deseo de
conversión, porque el Señor ha de llegar y todo debe estar bien
dispuesto. De manera coincidente, tanto en los templos como en los
hogares se enciende la tercera vela de la corona de Adviento, la única
vela rosada.
El color rosa -asociado a la belleza y a la serena alegría- produce
un contraste en la liturgia, en la que ha venido primando el violeta
(morado) como signo de austeridad (actitud propia de las semanas de
preparación para la Navidad). El color violeta ha de volver para el
cuarto domingo de Adviento. En ese sentido, el rosa podría entenderse
como un “ya, pero todavía no”, muy propicio para renovar esfuerzos o
tomar aliento en el camino de conversión personal.
La lectura del Evangelio nos
transmite esa sensación de cercanía cuando escuchamos a Juan el
Bautista, ‘voz que clama en el desierto’. Es él el llamado a allanar el
camino del Salvador.
Lectura del Evangelio del Tercer Domingo de Adviento según San Juan:
Hubo un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la
luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino
testigo de la luz.
Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos
enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle:
“¿Quién eres tú?” Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: “Yo no
soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres
Elías?” Él les respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?” Respondió:
“No”. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una
respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les
contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino
del Señor’, como anunció el profeta Isaías”.
Los enviados, que pertenecían a la
secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿por qué bautizas, si
no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?” Juan les respondió: “Yo
bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no
conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de
desatarle las correas de sus sandalias”.
Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba. (Jn 1, 6-8. 19-28)
Domingos de “Gaudete” y “Laetare”
Hay dos domingos en el año en los
que el celebrante (sacerdote) puede usar el color rosa en sus
ornamentos. Estos son el cuarto domingo de Cuaresma (laetare) y el tercer domingo de Adviento (gaudete)
debido a que, ambos tiempos litúrgicos constituyen momentos de “espera”
de alrededor de cuatro semanas. En la tercera semana correspondiente,
la liturgia llama a recordar con alegría la proximidad de la Pascua de
Resurrección, o de la Navidad, según sea el caso.